2017: El año en que todos los caminos del arte llevaron a Abu Dabi
EFE
Este año los caminos más importantes del mundo del arte llevaron hasta Abu Dabi, donde el Louvre abrió su nueva sede y adónde se exhibirá el cuadro más caro de la historia, «Salvator Mundi», obra de Leonardo da Vinci.
450 millones de dólares (381 millones de euros), eso es lo que se pagó en noviembre por «Salvator Mundi», una cifra que deja casi pequeña a los 300 millones (254 millones de euros) que alcanzó el año pasado «Interchange» de Willem de Kooning.
Pintado hacia finales de 1490 o comienzos de 1500, es la única obra de Da Vinci que permanece en manos privadas y cobró notoriedad cuando se confirmó en 2011 la autoría del pintor renacentista, la cual había generado muchos debates.
«Salvator Mundi» es un Jesucristo retratado como «ser humano», según los expertos, con un fondo de penumbra, la mano derecha alzada levantando dos dedos en señal de bendición y en la izquierda una esfera de cristal.
La obra pasó por muchas manos, incluyendo las de Enriqueta María de Francia y las de tres monarcas ingleses, hasta las del coleccionista multimillonario ruso Dimitry Rybolovlev, que lo compró hace cuatro años por 127,5 millones de dólares.
La puja por el Da Vinci duró unos eternos 20 minutos, con un reñido pulso entre dos compradores por teléfono y con golpe de efecto incluido, cuando uno de ellos pasó de 370 millones (313 millones de euros) a 400 millones de dólares, lo que cerró la subasta.
Hace unas semanas se supo que el cuadro sería expuesto en el Louvre de Abu Dabi, según anunció el Departamento de Cultura y Turismo de Emiratos Árabes Unidos, aunque no confirmó ni desmintió que el dueño del cuadro es el heredero de la corona saudí Mohamed bin Salman, tal y como publicó The Wall Street Journal.
Una obra de arte única para un singular museo, el Louvre de Abu Dabi, que abrió sus puertas el pasado 7 de noviembre, con el objetivo de esculpir el futuro cultural de Oriente Medio y situar Emiratos Árabes Unidos en el mapa museístico internacional.
Firmado por el arquitecto francés Jean Nouvel, su estructura se inspira en la tradición y la cultura combinando el color blanco, las formas geométricas y la estrechez de las calles de los zocos, bajo la sombra de un oasis de palmeras, que se pretende reproducir con una cúpula flotante de 180 metros.
El nuevo centro ofrece, en 6.400 metros cuadrados, un recorrido por la historia del arte, en una apuesta por mostrar las influencias artísticas entre las distintas culturas en todas la eras a través de 600 obras de arte, la mitad de su propiedad y el resto cedidas por 13 grandes museos de Francia.
Entre los tesoros, una estatua del rey egipcio Ramsés II (1279-1213 a. c.), la «Cabeza de Buda» (534-550 d. c.), páginas del «Corán Azul» (880 d. c), un autorretrato de Vincent Van Gogh» (1887 d. c) o la fuente de luz «Al Weiwei» (2016).
La inauguración de esta nueva sucursal del museo parisino contó, el pasado 8 de noviembre, con la participación del presidente francés, Emmanuel Macron, quien dijo que este centro es «un mensaje contra todos los oscurantismos».
Un orgullo cultural que «unirá el este con el oeste», aseguró en la apertura el vicepresidente emiratí, Mohamed bin Rashid al Maktum, y que servirá para «luchar contra la oscuridad, la ignorancia y el extremismo intelectual a través de las artes y la belleza artística».
Pero 2017 fue además un año lleno de exposiciones, como la de Paul Cézanne en la National Portrait Gallery de Londres, que permitió conocer la evolución pictórica del francés; o «Dalí/Duchamp» en la Royal Academy Of Arts de la misma ciudad, que estudió las intersecciones entre dos artistas aparentemente opuestos, Salvador Dalí y Marcel Duchamp.
Mientras, Damien Hirst desembarcó en la ciudad italiana de Venecia con «Tesoros del naufragio de El Increíble», un desmesurado e impresionante proyecto en el que inventa la historia de Cif Amonatán, un turco cuyas increíbles riquezas se perdieron en el naufragio de un barco, y que 2.000 años después son recuperadas de las profundidades marinas.
El recuerdo de los 50 años de la muerte de René Magritte, icono del surrealismo belga, recorrió varios museos de su país, y en Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid se confrontaron los genios de Toulouse-Lautrec y Pablo Picasso.