Voluntarios llegan a La Guajira colombiana para enseñar a indígenas a sembrar - 800Noticias
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EFE

En medio de unas intensas pero poco frecuentes lluvias que azotan por estos días a la desértica alta Guajira colombiana, en donde los indígenas wayúu mueren de hambre y sed, varios voluntarios entregaron ayuda humanitaria y les enseñaron a sembrar.

Unos 25 integrantes del Movimiento Ambientalista Colombiano llegaron a la zona por tercera vez como parte de la estrategia «Yo soy Guajira» para profundizar en los procesos de seguridad alimentaria de esa comunidad del norte del país.

«Llegar hasta estas comunidades no puede quedarse solamente en traer unos bultos de comida que se les acabarán. Debe trascender hacia acciones que den posibilidades de autosostenibilidad con respeto al medioambiente», dijo a Efe el médico cirujano, filósofo y activista ambiental Camilo Prieto.

De hecho, Prieto, quien lidera el Movimiento Ambientalista Colombiano, precisó que la organización de voluntarios visualiza el apoyo a las comunidades como un proceso del que hace parte la concientización sobre la necesidad de preservar el ambiente y los ecosistemas.

Precisamente, para Rosa López, una wayúu de 50 años, que se declara orgullosa integrante del clan indígena Uriana, los responsables de que se estén muriendo de hambre son el olvido en el que tiene sumido el Estado colombiano a la alta Guajira y la politiquería en la región.

«Ni siquiera saben cuántos somos porque ni siquiera el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) ha venido a censar y entonces cómo van a saber de nuestras necesidades», reclamó López.

La mujer fue una de las encargadas de organizar la llegada de más de cinco mil personas provenientes de cuatro rancherías (caseríos) que se concentraron en el sitio conocido como Murujuy, a 15 kilómetros del turístico Cabo de la Vela y en donde funciona una de las aulas ambientales instaladas por el movimiento.

Allí, Jesús Epiayú dijo en un casi inentendible español que para llegar hasta Murujuy él y su familia, integrada por su mujer y nueve hijos, debieron caminar toda la noche.

Otra parada de este «contingente» de voluntarios fue la ranchería Ishotshimana, ubicada a diez kilómetros del Cabo de la Vela, en donde sobreviven unos 800 wayúu, en su mayoría niños desnutridos, en medio del inclemente calor y en precarias condiciones sanitarias porque no cuentan con agua potable y mucho menos energía eléctrica.

Médicos, ingenieros, abogados, administradores, periodistas, docentes, productores audiovisuales y comerciantes hicieron parte de los voluntarios que vivieron en carne propia las dificultades propias de la región.

De este modo, los colaboradores se vieron embarrados hasta la cabeza cuando llovía porque era necesario empujar sobre un suelo peligrosamente resbaloso los camiones cargados con 30 toneladas de ayuda humanitaria y que se enterraban en el fango.

Y es que el departamento de La Guajira es uno de los más afectados por la actual ola invernal en Colombia, con más de 1.000 damnificados por las inundaciones, principalmente en el municipio de Uribia.

Sin embargo, finalmente y mientras soportaban una temperatura que rondaba los 40 grados centígrados arribaron los voluntarios que eran esperados por una multitud ansiosa.

«Hemos construido dos aulas ambientales en las que las comunidades aprenden cómo deben hacer el manejo adecuado de residuos, cómo proteger a los animales y además a ser autosostenibles con la siembra de productos propios de la región y no estar dependiendo de las ayudas humanitarias», explicó la directora ejecutiva del movimiento, Tatiana Ochoa.

La meta es construir en la alta Guajira 50 de estas aulas ambientales, en donde siembran moringa, maíz y fríjol, y en las que cuentan con un sistema de paneles solares que hacen más fácil vivir en apartada zona, puntualizó el ingeniero Rosini Gutiérrez.

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