Crónica | Comienzan demoliciones tras sismo en México con esperanza de nuevos hogares - 800Noticias
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EFE

A días de empezar la demolición de sus edificios hoy repletos de grietas, los damnificados por el terremoto del 19 de septiembre en México anhelan recuperar pronto, y en el mismo lugar, la que fue su vivienda.

«Es muy triste porque se quedan los recuerdos ahí. No vamos a poder recuperar nada. Todas nuestras cosas, nuestra vida, se quedó ahí», dice a Efe Magdalena Hernández, propietaria de una de las viviendas del edificio de Concepción Béistegui 1503, en la colonia (barrio) Del Valle.

En este inmueble de seis plantas, que tiene una parte completamente caída que permite ver el mobiliario y los cuadros colgados en paredes de algunas casas, un grupo de topógrafos trabaja sobre el terreno para evaluar la estructura, su inclinación y la estrategia de demolición.

Es uno de los 13 edificios que la Secretaría de Obras y Servicios (Sobse) de la capital ha calificado «en condiciones de demolición» por su elevado riesgo de colapso.

En total, son entre 150 y 200 los inmuebles que el Instituto para la Seguridad de las Construcciones capitalino, todavía de forma preliminar, considera que deberán ser demolidos tras el terremoto de magnitud 7,1 del 19 de septiembre, que dejó 369 muertos, 228 de ellos en la capital.

Se espera que las labores arranquen el próximo lunes. Será una tarea complicada, en la que se empezará por quitar cristales y desmontar fachadas, para luego ir desmenuzando, con «maquinaria o prácticamente a mano», los edificios, algunos de hasta diez niveles.

«No se van a utilizar explosivos por las características de los edificios. Están pegados a otros edificios, y no podemos ponerlos en riesgo», afirmó en una entrevista radiofónica el secretario de Obras y Servicios de la Ciudad de México, Édgar Tungüí, desmintiendo así rumores recientes.

Los propietarios del inmueble de Concepción Béistegui se mudaron con familiares, pero se turnan estos días para hacer guardia en un pequeño campamento ubicado a unos treinta metros del inmueble.

Vigilan sus pertenencias, reciben a las autoridades de gobierno y atienden con diligencia los medios.

«Quiero que nos construyan ahí mismo, que nos levanten el edificio ahí mismo, porque no queremos irnos de aquí. Eso nos prometieron», remarca Hernández, triste porque la mayoría de los inquilinos, ella incluida, están ya jubilados y no tienen muchos recursos.

En los bajos de este bloque había varios comercios. Entre ellos la tienda de José Alejandro Garibay, un negocio que llevaba 26 años abierto y con un inventario de unos 80.000 pesos (unos 4.300 dólares), que hoy da completamente por perdido.

«Vamos a luchar por tratar de tener nuestro patrimonio en el mismo lugar», afirma Garibay, que hasta el momento ha conseguido en ayudas 6.000 pesos (unos 320 dólares) y asegura que La Algaca, su tienda de abarrotes, era la única de la zona en abrir «los 365 días del año, de 10 de la mañana a 6 de la tarde».

En pleno centro, la Zona Rosa, de negocios y ocio, acostumbra a ser un bullicio de personas, pero desde hace tres semanas está medio paralizada.

En Génova 33, un edificio de oficinas de diez plantas con la fachada gravemente resquebrajada rompe con el espíritu del distrito, e impide el paso natural desde el metro Insurgentes hacia el insigne -y lleno de grandes corporativos y hoteles- Paseo de la Reforma.

«Se han cerrado muchas fuentes de empleo, aparte de los damnificados, hay desempleados por el sismo», comenta a Efe Jorge Mora, vendedor en una tienda frente a este edificio que empezará a ser derrumbado las próximas horas.

Mora trabaja a comisión y asegura que sus ventas han bajado en un 80 % en las últimas semanas.

Esto, sumado al cierre de una veintena de locales de todo tipo, desde restaurantes a centros de estética, lleva a muchos comerciantes de la zona a estar muy preocupados.

«¡Demolición ya!», reza una pancarta colgada de una de las persianas bajadas.

«Espero que (la demolición) sea muy rápida y ordenada para que nos reactivemos nuevamente», desea Mora.

Ante la necesidad de ganarse un sustento, Enrique Alcántar ha montado una tintorería improvisada bajo una carpa situada cerca de Concepción Béistegui 1503.

Una tabla de planchar y un perchero le bastan para afrontar la tragedia tras perder el local «La Docena» en el sismo. Y mantiene sus módicos precios: 12 prendas por 108 pesos (unos 6 dólares).

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