Vayamos a peregrinar, por María García de Fleury
Por María García de Fleury
Peregrinar es ir a visitar un un lugar sagrado por motivos religiosos, es tomar un tiempo para reflexionar, renovar la fe, crecer espiritualmente, se peregrina para dar gracias para pedir perdón, para reconciliarnos, para venerar a la Madre de Dios, para adorar a Dios y reconocer un lugar donde Dios ha impactado en el tiempo y el espacio.
Una cosa es saber que Jesús creció y vivió su ministerio en el medio oriente y otra cosa es estar allí en carne y hueso, tal como él estaba. Cuando hablas con alguien que ha estado en Tierra Santa o ha recorrido Roma, Fátima o Guanare, las palabras y el conocimiento, simplemente no son suficientes, la experiencia debe vivirse en persona para poder apreciar verdaderamente esos destinos sagrados. La Peregrinación es una experiencia única y ofrece la oportunidad de aprender sobre diferentes aspectos de Dios a medida que él se revela.
Al peregrinar a un lugar Santo se revalúa y se receta la vida, pues da la oportunidad para mirar la vida desde una perspectiva diferente.
La fe está llena de altibajos, periodos de alta energía espiritual y periodos en los que parece que sucede poco, no importa donde te encuentres en tu camino de fe, una peregrinación católica es una oportunidad para experimentar la transformación, pues cuando permaneces abierto a la obra de Dios en tu vida es posible que te sorprendas de lo que te sucede. Una peregrinación puede abrir nuevas preguntas e inspirar una nueva forma de pensar o provocar un examen de conciencia serio, pero pase lo que pase es muy probable que no sigas siendo el mismo.
No esperes experiencias extraordinarias aunque es posible que sucedan, pero quienes han realizado las peregrinaciones específicamente para acercarse a Dios en oración y han realizado viajes para pedirle a Dios o a su madre la Virgen María curaciones milagrosas para ellos o sus seres queridos, lo más posible es que no hayan tenido ningún momento de éxtasis, de contemplación ni hayan sentido ninguna sanación física especial, pero de lo que estamos seguros es que la peregrinación cambia al peregrino.
Aunque esos cambios no sean visibles al principio, sin duda si se ven y experimentan las gracias en los días, semanas y meses posteriores al viaje. Lo que Dios le pide a un peregrino es el simple hecho de presentarse, pues son los lugares donde Dios o su madre se apareció por nosotros, por eso habrá un encuentro muy real entre Dios y tu.
Practicar las tradiciones religiosas, la piedad popular es sin duda el sistema inmunológico de los creyentes, porque salva de muchas cosas al acercarnos a Jesús.
Peregrinemos este mes de septiembre al Santuario de la Virgen de Coromoto, sabiendo que vamos a nuestra casa, donde se guarda la memoria fiel del pueblo que en medio de sus muchos rostros, problemas, angustias y desafíos no se cansa de buscar la fuente de agua viva donde refrescar la esperanza.
Peregrinemos para ir a los pies de la madre sin muchas palabras, para dejarnos mirar por ella y que con su mirada nos lleve a aquel que es el camino, la verdad y la vida, de manera de ayudarnos a transitar por nuestra vida por senderos de amor, servicio reconciliación y paz de la mano de Dios, porque sabemos que con Dios ¡siempre ganamos!
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