Un hijo, Agustín habla sobre su madre Monica
María García de Fleury
Mónica se considera como una de las más célebres madres cristianas, fue la mamá de San Agustín. Cuando San Agustín escribió su libro titulado Las Confesiones, que es una especie de relato autobiográfico donde habla de sus primeros 33 años, dejó por escrito que su madre Mónica le hizo nacer tanto en su cuerpo para que naciera a la luz del tiempo como en su corazón para que naciera a la luz de la eternidad.
Agustín narró en su libro Las Confesiones su vida interior y dijo que estuvo dominada por una figura, su madre. Escribió que aunque su relación era intensamente humana, reflejaba algunas de las emociones más profundas de la vida, emociones que no eran superficiales, emociones producto en gran parte por las tensiones que experimentaba debido al rechazo de Agustín al cristianismo y la incansable persistencia de su mamá Mónica en oración y consejo.
Junto a sus momentos tensos, recordó que también había tenido mucho bien que recordar. Es interesante leer que Agustín en Las Confesiones hablaba a menudo de su madre y en la descripción que hizo de ella decía, mi madre era una de las mujeres nobles de la naturaleza, cuyo carácter naturalmente fino había sido embellecido aún más por la gracia.
Su nombre Mónica hace referencia a que su cultura era latina, nació en un hogar creyente y se crió en las enseñanzas y prácticas de la iglesia africana del siglo II.
Desde su infancia desarrolló dentro de su propia familia una especie de reputación de santa. Agustín narra que cuando su madre Mónica era niña le gustaba tomar sorbos del barril familiar de vino y en ocasiones bebía un poquito más, pero lo dejó cuando una esclava de la casa la acusó de ser una borracha.
Mónica se casó con Patricio, quien no era cristiano. A menudo era amable, aunque tenía muy mal genio. Era una persona de cierta posición, pero con poco dinero.
Le fue infiel a su esposa Mónica, pero Mónica lo amaba y soportaba gracias a sus creencias cristianas lo que le hacía. Agustín escribió que Mónica trató de conquistarlo para Dios, hablándole cerca de las virtudes y las bellezas del creador, de manera de que su marido amara a Dios, lo respetara, lo admirara y así mejoraría su relación entre los dos.
Durante sus años de rebelión Agustín dijo que Dios no callaba, sino que le hablaba a través de su madre. Entonces, ¿de quién eran suyas? Las palabras que cantaba la señora en mis oídos a través de mi madre, tu fiel sierva.
Mónica dio testimonio de su hijo descarriado y lloró por él, lloró mucho por él, más de lo que lloran las madres cuando lloran a sus hijos muertos.
Agustín escribió que siempre que Mónica podía, reconciliaba a los disidentes y a los conflictivos. Además, ella era la esclava de los siervos de Dios. Cualquiera que la conocía encontraba en ella mucho que alabar, la tenía en honor y la amaba, porque sintían allí, frente a ella, la presencia de Dios en su corazón.
Mónica oró mucho para que su hijo Agustín no se fuera a Roma y él escribió, cuando un torrente de lágrimas de madre le ruega a Dios, ¿qué no me permitirá navegar? Y agregó, Dios no respondió la oración de mi madre, Mónica, como ella lo pedía, sino que respondió su oración para que su hijo fuera a Cristo.
Antes de que Patricio, su esposo, muriera, el testimonio silencioso de Mónica dio buenos frutos, tanto en su esposo Patricio como en su hijo Agustín, llevándolos a los dos a Dios, porque Mónica siempre supo que con Dios siempre ganamos.
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