San Ambrosio y la Lectio Divina, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
El 7 de diciembre la iglesia celebra a San Ambrosio, uno de los más famosos doctores de la Iglesia de Occidente, nació en Treveris al sur de Alemania en el año 340, su padre que era romano y gobernador del sur de Francia murió cuando Ambrosio era un niño. Junto con su mamá Ambrosio regresó a Roma y allí recibió la mejor educación moral, intelectual, artística y religiosa, aprendió griego, se especializó en hablar muy bien en público y se dedicó a la abogacía.
Las defensas que hacía de los inocente ante las autoridades romanas eran tan brillantes que a los 30 años lo nombraron gobernador de todo el norte de Italia con residencia en la ciudad de Milán, la cual estaba fuertemente dividida entre católicos y arrianos. En Milán se ganó la simpatía del pueblo porque era como un padre para todos y no negaba un favor cuando estaba en su poder hacerlo. Era conocido por su imparcialidad y equidad.
Cuándo murió el arzobispo de Milán, Ambrosio temiendo que se produjera violencia, se fue hasta la Catedral donde estaban reunidos y empezó a recomendarles que procedieran con calma y en paz. De repente, la gente empezó a gritar ¡Ambrosio obispo, Ambrosio obispo!, pero él se negaba a aceptarlo porque ni siquiera estaba bautizado, pero el emperador mandó un decreto diciendo que Ambrosio debía aceptar ese cargo.
En pocos días fue bautizado, confirmado, ordenado sacerdote y una semana después, el 7 de diciembre del año 374, fue consagrado obispo. Ambrosio repartió todos sus bienes entre los pobres, su vida que ya era sencilla y profunda se hizo ahora austera y penitente, se dedicó a profundizar su formación doctrinal con la ayuda de un sacerdote llamado Simpliciano.
Se dedicaba horas y días a estudiar la Biblia hasta llegar a comprenderla, leía a los escritores religiosos más sabios y mientras aprendía predicaba y dirigía la diócesis de una manera muy fecunda, combatió el paganismo y el arrianismo, hizo que se reconociera el poder moral de la Iglesia por encima del Estado, pero sobre todo fue un gran pastor dedicado a instruir a su pueblos.
Sus sermones se volvieron muy populares, introdujo la lectura meditada de la Biblia para hacer que penetraran las escrituras en el corazón de las personas, que es lo que hoy se conoce como la Lectio divina.
Sus testimonios y conocimientos impresionaron tanto a Agustín de Hipona que influyó decisivamente en el camino de su conversión. Agustín pidió que Ambrosio lo bautizara y fue así como comenzó a creer y a predicar. Ambrosio era prácticamente el único que se atrevía aponerse a los gobernantes cuando cometían injusticia, sirvió como embajador para obtener la paz con los que deseaban la guerra y logró tratados de paz muy importantes.
Le gustaba enseñar cantos litúrgicos a su pueblo, compuso una serie himnos que algunos son todavía familiares en la liturgia ambrosiana. Introdujo en Occidente el canto alternado de los salmos, entre otros escribió los comentarios a los salmos, sobre personajes del Antiguo Testamento, tratado sobre los misterios de Dios, escribió sobre el evangelio de San Lucas, textos catequéticos sobre los sacramentos, promovió el culto a las reliquias en occidente.
Amigos, Ambrosio es el símbolo de la iglesia que renace después de los duros años de ocultamiento y persecuciones, falleció el viernes santo del año 397 a los 57 años de edad. Antes de morir plácidamente dijo: «He tratado de vivir de tal manera que no tenga que sentir miedo al presentarme ante el divino juez, porque él vivió para Dios convencido de que con Dios ¡siempre ganamos!
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