Las formas de predicar del Padre Pío, por María García de Fleury
María García de Fleury
Francesco Forgione, a quien hoy conocemos como el Padre Pío de Pietralchina, nació el 5 de mayo de 1887 en la ciudad de Pietralchina, región de Campania, en el Reino de Italia, y falleció a los 81 años el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años.
Lo que lo hizo más famoso fue el fenómeno de los estigmas de la pasión de Cristo en su cuerpo, heridas en manos, pies, costado y hombro, heridas muy dolorosas, aunque invisibles, entre 1911 y 1918. Luego de 1918 se le hicieron visibles durante 50 años, hasta septiembre de 1968.
Su sangre tenía, al parecer, perfume de flores, aroma asociado a la santidad. Es interesante saber que el Padre Pío de Pietralchina, en la mayoría de las misas que celebraba, no decía la humilía. Estaba convencido de que en la liturgia el sacerdote lo que debe transparentar es el misterio y no su propia personalidad, para no opacar ni desfigurar lo que está celebrando.
Esto no es un llamado a que los sacerdotes no prediquen en la misa, ni descuiden la importancia de ese momento. Todo lo contrario. Sí deben predicar y deben poner todo de su parte para hacerlo bien, pero el objetivo de sus palabras debe ser llevar a todos a una experiencia, más profunda del misterio que se está celebrando, viviéndolo ante todo en sí mismos, haciendo que el centro de la predicación sea la participación del sacrificio del calvario que sucede en cada eucaristía.
Donde sí predicaba el Padre Pío era en el confesionario, y con ello invita a los sacerdotes a redescubrir el valor del sacramento de la penitencia o reconciliación.
Padre Pío estaba consciente de que en el confesionario es de los pocos lugares donde la persona se expone a sí mismo, con tanta vulnerabilidad y a la vez con tanto heroísmo como al confesar sus pecados. Es en ese momento donde la persona está más abierta al mensaje del que le habla en nombre de Dios. Padre Pío entendía la confesión como el despertar del alma. Por eso, la confesión era para él una oportunidad única para ayudar a las personas a verse a sí mismo a la luz de la verdad. En ocasiones, Padre Pío usaba la comprensión y la dulzura de un padre.
En otros momentos, la severidad de un juez o la precisión de un cirujano. Aunque tenía el don de conocer los pecados, aunque las personas no lo confesaran, el Padre Pío no dejaba indiferente a nadie que pasaba por el confesionario, y esta es otra de las grandes enseñanzas que el santo de los estigmas le da a los sacerdotes, que le pidamos a Dios los dones de discernimiento, ciencia y consejo imprescindibles para pronunciar acertadas a cada penitente de esta manera el confesionario sede de la misericordia puede ser también sede de la sabiduría por la palabra cierta que ofrezcamos otra forma muy fructífera de predicar del Padre Pío era a través de sus cartas donde mantenía una relación viva y directa con tantos de sus hijos y dirigidos espirituales y es que sus epistolarios es un referente imprescindible para ahondar en la mística de este hombre que vivió crucificado con cristo y le dio alivio al sufrimiento de tantos gracias al ofrecimiento fecundo de suyo escribía de su vivencia de la eucaristía sus confidencias más íntimas los secretos que les revelaban el mismo cristo y la virgen maría el Padre Pío enseña que debemos aprender a ofrecer la semilla de la palabra de Dios que siempre fecunda porque si queremos recoger es necesario sembrar mucho y esparcir la semilla de la palabra de Dios porque con Dios siempre ganamos.
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