El síndrome del emperador y el caso de los niños maltratadores
Agencias
En España, la prevalencia de violencia filoparental, es decir, de hijos a padres, establecida en las memorias judiciales de adolescentes de 14 a 18 años es del 3,1% en violencia física, y del 12,9% en violencia psicológica.
Otro estudio de Calvete, Gámez-Guadix y Orue pone de relieve que el 13,7% de los adolescentes escolarizados entre 12 y 17 años han ejercido violencia física contra sus padres al menos una vez en el último año; y el 4%, al menos, entre 3 y 5 veces en el último año. Mientras, la mayor parte de los encuestados habían ejercido, al menos, una vez al año violencia psicológica hacia sus padres, el 92% hacia su madre y el 86% hacia su padre, y el 13,8% lo habían hecho más de seis veces en el último año.
Así lo pone de relieve el psiquiatra José Carlos Fuertes Rocañín, presidente de la Sociedad Aragonesa de Psiquiatría Legal y Ciencias Forenses (SAPLYCF), durante una entrevista con Infosalus con motivo de la publicación de ‘Educar es ser un espejo’ (Libros Cúpula), un libro escrito junto a la periodista Lorena García, y en el que dedica un apartado a los hijos maltratadores.
Señala que cuando se habla de hijos maltratadores habitualmente se relaciona a estos con el llamado ‘síndrome del emperador’, que aúna un conjunto de rasgos comunes en todos ellos y que dan lugar a que sea maltratador: todos tienen un afán desmedido por ser el centro del mundo, y de ejercer un extraño poder sobre sus padres, como si estos fueran subalternos o, en todo caso, dependieran de ellos.
«Cada persona es un mundo y cada enfermo tiene sus reglas, pero muchos de estos niños son despóticos, soberbios, chulescos, arrogantes, prepotentes y violentos porque tienen ese perfil psicopático de personalidad, es decir, tienen un problema serio en su estructura cerebral, que hace que sean incapaces de percibir el dolor ajeno, que sean personas profundamente ególatras, egocéntricos, que tienen una insensibilidad y El síndrome del emperador y el caso de los niños maltratadores y sobre todo que ven a su entorno como si fueran cosas que pueden manejar y de las que pueden disponer; este perfil típico de dictador que más tarde, si no se modifica, lo cuadraremos en los psicópatas», alerta.
Confiesa que este tipo de perfiles entre los menores cada vez son más frecuentes porque también es más habitual que los padres hagan dejación de funciones, estén mucho tiempo fuera de casa, no tengan capacidad para educar. «No solo la televisión, los videojuegos, o Youtube influyen negativamente, sino que lo fundamental es que las estructuras familiares han cambiado. Si un muchacho llega a casa y se encuentra solo, ¿cómo educamos? A los niños les hace falta la presencia física y emocional de sus padres», manifiesta este experto.
La importancia de la educación recibida
«Parte de la culpa de este síndrome deriva en la educación que han recibido los hijos por parte de los padres, con una protección tan excesiva, consintiendo los padres y la sociedad a los menores tantas cosas que entonces cuando queremos ponerlos en nuestro sitio, o ejercer la autoridad es imposible, porque los hemos empoderado tanto que las amenazas, la violencia física, la impulsividad, o el chantaje emocional aparecen, y es imposible controlar a esas fieras», explica.
Dice que este tipo de situaciones a los 6 años suelen ser posibles de controlar, pero cuando ya el menor alcanza los 15-17 ya son «dictadores que imponen sus reglas», «que organizan normas de la casa, porque si no te monto un pollo y además si no me suicido y tu tendrás la culpa, o tomaré drogas por tu culpa».
¿Qué le lleva a un niño a ser maltratador de sus padres?
Entre los problemas que llevan a que estos niños salgan así, según prosigue este psiquiatra, en primer lugar, se encontraría la falta de coherencia de los padres, según asegura: «Los padres debemos ser coherentes. Son importantes los ejemplos, si yo me levanto temprano, si soy respetuoso, trabajador, si soy solidario. Se debe practicar con el ejemplo».
Después, el doctor Fuertes considera que se deben establecer unos límites «claros, precisos y estables», y lo que no es posible es que hoy se sea un padre severo, pero mañana ante el mismo hecho este se tolere y permita. «Esto crea incertidumbre y esta lleva a la ansiedad y después al malestar y al estrés», afirma.
En tercer lugar, habla de autoridad. Resalta que los padres deben ejercer la autoridad, no solo establecer límites: «Esto significa que no nos tenemos que avergonzar al tomar las decisiones. Estas se toman en la pareja y los demás obedecen, porque la familia es una estructura piramidal, no democrática. Serán consensuadas las decisiones cuando los menores tengan capacidad para hacerlo, pero estas actitudes de que padres sean los colegas de sus hijos es deletéreo. Los niños no necesitan un amigo sino un padre que le sirva de referente, una madre que les sirva de estímulo y de apoyo».
A su vez, menciona que para algunos el problema radica en la excesiva permisividad que los padres tienen hacia sus hijos, tolerando comportamientos excéntricos, estereotipados e histriónicos, y sin poner topes o restricciones.
Familias desestructuradas
«Es decir, los niños que presentan el llamado síndrome del emperador crecen en familias desestructuradas, violentas y con roles ambiguos, lo que provoca que los menores presenten ciertas actitudes constantes de manipulación y de chantaje emocional, consiguiendo sus objetivos con ello», subraya.
Es más, advierte de que, poco a poco se enseña al menor a que si ejerce presión y violencia conseguirá los resultados que desea, y también se le transmite que las conductas paradójicas e incoherentes funcionan y «que todo vale como el tirarse al suelo en un lugar público o amenazar y pegar para obtener sus propósitos».
Reseña igualmente que hay quien achaca estas conductas violentas al incremento del consumo de sustancias tóxicas, así como a la disminución en su edad de inicio, un consumo que empieza con el alcohol, sigue con el cannabis, y acaba en estimulantes como la cocaína o las anfetaminas.
«Para la mayor parte de expertos un elemento causal de primera magnitud es la existencia de estas conductas en el medio familiar, de manera que el joven aprende desde la infancia que la violencia puede ser un medio para conseguir objetivos, que no es algo excepcional, sino habitual, y que tiene la aprobación de al menos uno de los progenitores», agrega.
Cortesía EP
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