El Espíritu Santo visto por Juan Pablo II, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Se acerca pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, momento adecuado para recordar los escritos de Juan Pablo II acerca de este tema.
El Papa Juan Pablo II escribió tres grandes encíclicas sobre las tres personas de la Santísima Trinidad, sobre el Hijo Redemptor hominis, sobre el Padre Dives in misericordia y sobre el Espíritu Santo, Dominum et vivificantem.
Dominum et vivificantem habla sobre habla sobre el Espiritu Santo y está fechada el 18 de mayo de 1986. Gracias al Espíritu cada bautizado y la iglesia pueden esperar y vivir a Dios en intimidad y en relación personal.
Por su profundidad y por su extensión la doctrina sobre el Espíritu Santo de Juan Pablo II ocupa un lugar de gran relevancia en su teología. Juan Pablo II de una manera constante y universal hace memoria del Espíritu Santo en sus predicaciones y en sus escritos.
La venida del Espíritu Santo sobre la virgen y los apóstoles marca el inicio oficial de la iglesia católica, es un día de gran importancia; en el Espíritu Santo encontramos el misterio más profundo de la vida divina trinitaria, tres personas en un solo Dios.
Al hablar del Espíritu Santo estamos topándonos con el secreto del ser humano cuando conocemos su espíritu y su alma, por este secreto especial es que al Espíritu Santo lo han llamado el Dios desconocido. Juan Pablo II en su encíclica sobre el Espíritu Santo llamada Dominum et vivificantem, muestra un balance histórico realista, con futuro y un mensaje de esperanza para el siglo XXI.
La encíclica se resume en tres proposiciones teológicas: Uno, el espíritu Santo como fuerza motriz de la historia de la salvación que ha estado presente desde los primeros días de la creación como lo señala el antiguo testamento, pasando por su participación muy activa en la vida de la virgen María y de Jesús hasta el día de hoy. Hace un recorrido también sobre su importancia en la vida y misterio de Jesucristo y en la vida misma de la iglesia.
Dos, la obra del Espíritu Santo en el tiempo de la iglesia, reflejando una especie de balance de la actividad espiritual de la iglesia en este mundo, el Espíritu que convence al mundo del pecado, descubre cómo sin el Espíritu Santo es muy fácil perder la conciencia y la noción de pecado, por eso la necesidad de salvación, purificación y limpieza.
En tercer lugar, el mensaje de la esperanza, que le debemos aportar todos los cristianos al mundo en la medida en que grabemos en nuestra existencia la imagen del Espíritu Santo. Es el espíritu que da la vida, habla de la importancia de la tercera persona de la Santísima Trinidad para hacer posible la unión de cada persona con Dios y la unión de la propia iglesia con Jesucristo y eso nos indica que la Santísima Trinidad es Dios y con Dios ¡siempre ganamos!