Conoce y aplica «La ley del espejo»
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La ley del espejo afirma: “El mundo exterior actúa como un espejo, reflejando tanto nuestra luz como nuestra sombra, siendo un retrato de nuestro mundo interior”.
¿Alguna vez te ha pasado que te ha molestado enormemente la forma de actuar de otra persona cuando hacía algo con lo que tú no estabas de acuerdo? Un ejemplo fácil; la convivencia no es nada sencilla, una de las causas que suele desencadenar disputas frecuentemente, es que hay personas que son sumamente ordenadas y limpias, y otras que no lo son tanto. Si eres de los/as que necesitan tenerlo todo perfecto y vives con alguien desordenado, seguramente te asalte a menudo la rabia, al ver que la otra persona lo deja todo por en medio.
Esta ley lo que pretende principalmente, es que a través de observarnos a nosotros mismos y ver qué es lo que nos molesta, obtengamos más autoconciencia, proporcionándonos así una “guía” poderosa.
En este artículo vamos a explicar cómo beneficiarnos de ella, utilizando a nuestro favor los cuatro tipos de información que podemos dilucidar. Enfocaremos la vida de una manera más positiva y adaptativa, mejorando la calidad de las relaciones con los demás, empezando por la relación con nosotros mismos y extrayendo el máximo provecho a cualquier situación adversa.
Lo conseguiremos gracias a: descubrir nuestras sombras, haciendo consciente lo inconsciente, a través del autoconocimiento personal, encontrando el equilibrio y alcanzando más momentos de calma y serenidad.
Autoconocimiento personal
Si alguien nos despierta emociones desagradables, aunque no lo sepamos, probablemente, es porque de algún modo refleja algo de nosotros mismos que no queremos ver y tenemos que trabajar en ello, dándole espacio para permitirlo, sanarlo, o liberarlo.
No obstante, los problemas solo se solucionan de raíz si modificamos nuestro estado interno, porque si esperamos que cambien los demás y las situaciones que nos envuelven, nunca nos sentiremos satisfechos. La actitud es lo que marca la diferencia y el primer paso para mejorarla es la toma de conciencia.
Al hacerlo plenamente, nos damos cuenta de que no tenemos por qué sentirnos constantemente víctimas de nuestras circunstancias. En gran medida, en nuestras manos está cambiar la realidad, adquiriendo la responsabilidad por nosotros, y brindándonos la oportunidad para actuar y dejar de sentirnos indefensos y desprotegidos ante el resto del mundo.
Experimentaremos tal transformación interior que llegará a afectar al exterior, cambiando a mejor todo aquello que antes nos disgustaba.
¿Cómo utilizar la ley espejo?
Vamos a proponerte una serie de ejercicios prácticos. Necesitarás papel y boli. Gracias a ellos podrás extraer información muy valiosa de lo que te sucede, para así poder utilizarla a tu favor.
Piensa en algún momento que te hayas descubierto a ti mismo/a sintiéndote mal por algo que te haya sucedido con otra persona, por ejemplo, después de tener una discusión.
Primero, imagina que te encuentras delante de un espejo. De estas cuatro situaciones posibles trata de identificar en cuál de ellas te ves reflejado/a.
Obsérvate y hazte la siguiente pregunta:
“¿Qué es lo que refleja este espejo de mí?”
- El lado opuesto: te perturba tener delante una persona que es todo lo contrario a ti. Este caso nos daría respuesta al ejemplo que hemos puesto al principio sobre el orden. Si eres una persona ordenada no soportas el desorden.
¿Cómo trabajarlo?:
- Busca el equilibrio.
Siendo muy rígido/a te situarás en un extremo y desequilibrarás la balanza, sin embargo, puedes equilibrarla siendo un poco más comprensible y no tan duro/a contigo mismo/a, a la hora de querer tenerlo todo ordenado o bajo control. Al ser más permisivo/a con tu persona, no te generarán tanta rabia las acciones de los demás.
Coge el papel y apunta:
¿Qué es lo que me estoy exigiendo? ¿Realmente es tan necesario? ¿Podría permitirme ser un poco más flexible conmigo mismo/a? ¿Si no acabo lo que debía hacer, será terrible? ¿En una escala del 1 al 10 cuánto de terrible es?
Anota las respuestas y al acabar léelas en voz alta. Seguramente puedas encontrar un punto medio en el que te dejes algo más de margen a ti, y al resto.
- Similitud: lo que te molesta es en realidad una parte tuya que no quieres ver. Es una parte oscura, como una sombra. Es algo que no quieres aceptar, y lo que se resiste, persiste.
¿Cómo trabajarlo?:
- Arroja luz a tu sombra buscando los puntos en común.
Escribe qué es exactamente lo que te está doliendo de la otra persona y luego reflexiona si tú te comportas de igual modo en otras situaciones, redactando los ejemplos al lado.
Al verlo claramente, esa parte de ti dejará de luchar contra tu propia sombra y precisamente eso será lo que te ayude a cambiar lo que no te guste. Aunque parezca contradictorio, sin aceptación no hay transformación posible.
- Expectativas egoístas: sucede cuando tenemos unas altas expectativas en una situación o con una persona y empezamos a ver que no coinciden con la realidad. Es decir, hemos idealizado a alguien o a algo y al darnos cuenta de que no es como queríamos lo intentamos controlar y manipular para que cambie y se adapte a la idea que nos habíamos formado en un principio.
¿Cómo trabajarlo?
- Deja la visión egocéntrica de lado.
Da igual que des mil pataletas, te enfades, grites o llores. Hay una parte en esta vida que escapa de tu control, y esa es la que está en manos de los demás y de los factores externos.
Anota qué es lo que esperabas de esa persona, relación o momento, y qué es lo que ha fallado. Después escribe en una columna qué era lo que estaba en tu mano modificar y qué era lo que no dependía de ti.
Cuando te des cuenta de que de nada sirve intentar controlarlo todo, te quitarás un peso de encima, actuando solo cuando sea necesario y dejando que las cosas fluyan a su manera.
- Responsabilizarte de ti mismo y hazte cargo de lo que esté bajo tu control.
Coge toda esa energía que estás desperdiciando en intentar cambiar al otro y dirígela hacia algo constructivo y que sí que esté en tu poder, es decir, cambiarte a ti mismo y darte lo que necesitas.
Escribe las cosas que podrías hacer tú por ti para mejorar tu vida sin que dependas de los demás y cómo podrías darte lo que esperas del otro, después, ponte manos a la obra. Es curioso, pero cuando tú mismo/a haces una transformación genuina en ti, el resto lo percibe y cambian contigo.
- Cuando hacemos lo mismo a los demás
Cuando te encuentras a ti mismo/a sintiéndote víctima de una persona que te está haciendo daño, y no te das cuenta de que, aunque tú no le estés tratando igual a ella directamente, se lo estás haciendo a otra persona.
¿Cómo trabajarlo?:
Redacta la lista de las cosas que te hacen sentir mal respecto a cómo te tratan y luego repásala con detenimiento pensando si tú estás actuando de un modo similar con alguien distinto.
Por ejemplo, si no te contesta un mensaje un/a chico/a que para ti es importante y te ignora, es probable que te sientas impotente al ver que no es claro/a contigo. Por lo tanto, cuando otro/a chico/a te escriba a ti y no quieras contestarle, date cuenta de que es lo mismo que le pasaba al/la primero/a, y está en su derecho a contestarte más tarde o no hacerlo, como tú.
Si nos ponemos en la piel de los demás, como resultado les trataremos mejor y no haremos lo que no nos gustaría que nos hicieran.
Con información de Ciara Molina