Asocian una educación estricta al riesgo de depresión
Agencias
Una educación severa puede alterar la forma en que el cuerpo lee el ADN de los niños y estos cambios pueden llegar a estar «cableados» en el ADN de aquellos menores que perciben a sus padres como duros, lo que aumenta su riesgo biológico de sufrir depresión en la adolescencia y en etapas posteriores de la vida.
La doctora Evelien Van Assche, de la Universidad de Münster (Alemania), que ha presentado el trabajo en la 35ª conferencia anual del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología, en Viena, explica que han comprobado que «la dureza percibida de los padres, con castigos físicos y manipulación psicológica, puede introducir un conjunto adicional de instrucciones sobre cómo se lee un gen para que quede grabado en el ADN. Tenemos algunos indicios de que estos cambios pueden predisponer al niño en crecimiento a la depresión. Esto no ocurre en la misma medida si los niños han tenido una educación de apoyo», asegura.
Investigadores, de la Universidad de Lovaina (Bélgica), seleccionaron a 21 adolescentes que declararon tener una buena crianza (por ejemplo, que los padres les apoyaban y daban autonomía a los niños), y los compararon con 23 adolescentes que declararon tener una crianza dura (por ejemplo, comportamiento manipulador, castigos físicos, rigor excesivo). Todos los adolescentes tenían entre 12 y 16 años, con una media de 14 años para ambos grupos.
En ambos grupos, 11 adolescentes eran varones, lo que significa que los dos grupos eran comparables, con una edad similar y una distribución similar entre varones y mujeres. Muchos de los que habían experimentado una crianza dura mostraban signos iniciales subclínicos de depresión.
Los investigadores midieron entonces el rango de metilación en más de 450.000 lugares del ADN de cada sujeto y descubrieron que éste aumentaba significativamente en aquellos que informaban de una crianza dura. La metilación es un proceso normal que se produce cuando se añade una pequeña molécula química al ADN, cambiando la forma en que se leen las instrucciones escritas en el mismo: por ejemplo, la metilación puede aumentar o disminuir la cantidad de una enzima producida por un gen.
Se sabe que una mayor variación en la metilación está asociada a la depresión. «Nos basamos en investigaciones anteriores con gemelos idénticos –explica Van Assche–. Dos grupos independientes descubrieron que el gemelo diagnosticado de depresión grave también presentaba un mayor rango de metilación del ADN en la mayoría de estos cientos de miles de puntos de datos, en comparación con el gemelo sano».
La doctora, que ahora trabaja en la Universidad de Münster, apunta que «el ADN sigue siendo el mismo, pero estos grupos químicos adicionales afectan a cómo se leen las instrucciones del ADN. Los que informaron de una crianza más dura mostraron una tendencia a la depresión, y creemos que esta tendencia se ha incorporado a su ADN a través de una mayor variación en la metilación».
«Ahora estamos viendo si podemos cerrar el círculo relacionándolo con un diagnóstico posterior de depresión y quizás utilizar esta mayor variación de metilación como marcador, para avisar con antelación de quiénes podrían tener un mayor riesgo de desarrollar depresión como resultado de su crianza», adelanta.
«En este estudio se investigó el papel de una crianza dura, pero es probable que cualquier estrés importante provoque estos cambios en la metilación del ADN –puntualiza–, así que, en general, el estrés en la infancia puede provocar una tendencia general a la depresión en la vida posterior al alterar la lectura de su ADN. Sin embargo, estos resultados deben confirmarse en una muestra más amplia».
Por su parte, el profesor Christiaan Vinkers, del Departamento de Psiquiatría del Centro Médico de la Universidad de Ámsterdam, resalta en un comentario independiente que «se trata de un trabajo extremadamente importante para comprender los mecanismos por los que las experiencias adversas durante la infancia tienen consecuencias a lo largo de la vida tanto en la salud mental como en la física. Hay mucho que ganar si podemos entender quién está en riesgo, pero también por qué hay diferentes efectos de la crianza estricta».
Cortesía EP
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