¿Por qué los modernos ya no comen aguacate? - 800Noticias
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Agencia.- Hasta hace tres nanosegundos el aguacate era el superalimento de moda. La nota verde rica en vitamina E y ácidos grasos Omega 3 capaz de barrer a los huevos benedictine de los brunch hipsters a favor de las tostadas con una suave capa de esta fruta tropical. Instagram, la biblia gráfica de los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa, como diría Juan de Mairena, da fe de la tendencia: teclee usted #avocadotoast en esta red social y se topará con cerca de 62.000 instantáneas. Tan lleno de magnesio y potasio, elementos vitales para el buen funcionamiento y recuperación de las articulaciones tras el esfuerzo, que rivaliza con el plátano en la alimentación de los runners. Y su ingesta retrasa la aparición de arrugas. Vamos, que era el rey. Comer aguacate marcaba la diferencia entre quienes se cuidan y los que no. O eso pensaban algunos.

“El estilo de vida actual viene determinado por las redes sociales. Cada cierto tiempo sale a la palestra un ingrediente que ciertas comunidades venían consumiendo desde la noche de los tiempos y que, de pronto, otros adoptan como novedad por sus bondades nutricionales. Pero, por bueno que sea, al final la gente se cansa de ellos y pasa a incorporar otros alimentos a su dieta”, explica Carmen Martín, nutricionista de la Clínica Dray. “Esta fama repentina, al margen de sus cualidades nutritivas, en ocasiones obedece más a cuestiones de oferta alimentaria (hay empresas o países que producen grandes excedentes a los que interesa dar salida comercial) que a una necesidad real por parte de los consumidores”, advierte el doctor Pedro Pineda, de la Clínica Hedonai.

La caída en desgracia de las bayas de Goji

Al margen de controversias, ¿hay de verdad alimentos caídos en desgracia como si se tratara de unas hombreras ochenteras? Pues como con las meigas, haberlos haylos. Mire las bayas de Goji. De tradición milenaria en China, se cree que son fuente de longevidad por su alto contenido en antioxidantes y ácido linoleico. Y, de pronto, todo el mundo las comía como si fueran pipas. Un informe de la OCU en 2013 destapó su alto contenido en metales pesados (cadmio, plomo, cobre…). No han vuelto a levantar cabeza.

La soja, por su parte, camina sobre la cuerda floja. Un estudio de Moshe Shike, del Departamento de Medicina del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center y el Weill Cornell Medical College (Estados Unidos), advierte de sus efectos adversos en algunas mujeres diagnosticadas con cáncer de mama. La Asociación Española del Cáncer, en cambio, sostiene que “no hay estudios concluyentes ni sobre el probable efecto protector de los fitoestrógenos de la soja ni sobre que aumente la incidencia o el riesgo de cáncer de mama”.

Sea cual sea la suerte comercial del aguacate, la soja o la col rizada, los nutricionistas insisten en confeccionar el menú según el valor alimenticio de los ingredientes. La dieta mediterránea es un valor seguro. Y dejemos las modas para las pasarelas.

 

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