La batalla en Argentina es por los indecisos - 800Noticias
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AVN  La moneda está en el aire, dicen en un café de Buenos Aires. Hasta el sábado, ningún medio impreso—ni de los más comprometidos con las candidaturas en disputa— se aventuraba a vaticinar un resultado para los comicios de este domingo, en el que se enfrentarán por la silla presidencial el abanderado del Frente para la Victoria (FvP), Daniel Scioli, y el aspirante de derecha por el PRO, Mauricio Macri. Un balotaje inesperado que tumbó todas las quinielas electorales del 25 de octubre.

Ninguna encuesta termina de encajar porque el resultado de la primera vuelta fue reñido. Del universo de 32 millones de electores convocados a las urnas, poco más de 9 millones votaron por Scioli y 8,3 millones por Macri. Sin embargo, la vista de ambos está puesta en las otras 5 millones de voluntades que sufragaron por Sergio Massa, el tercero de la carrera.

Pero sumar esa tajada no es fácil. Massa ha evitado decir que apoyará a uno u otro candidato, y la regla electoral dicta que los votos no son transferibles. Las únicas declaraciones que hizo al respecto fueron a inicios de este mes cuando dijo que no respaldaba a Scioli, pero se negó a apoyar abiertamente a Macri. El cálculo es previsible.

Massa intentó aliarse a Macri en la fórmula presidencial pero éste último, por consejo de su asesor Jaime Durán Barba, le dijo que no. Entonces, su salida es pugnar por el liderazgo opositor ante cualquiera de las dos facciones que caiga en la contienda, bajo la premisa de que siempre es mejor una postura fuerte en solitario que un pacto en desventaja numérica.

Según La Nación, a este hecho se suman otras dos incertidumbres: la de quienes aún no han definido su voto y de los que dudan si asistir a las urnas electorales, que se calculan entre 4 y 11% del universo de los convocados a sufragar. En ese codiciado limbo gravitan quienes, en la primera vuelta, respaldaron a Massa, Nicolás del Caño, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá, y que amenazan con cambiar de opinión aún cuando estén en el cuarto oscuro frente a la boleta.

Pocos se aventuran a confiar tajantemente en un resultado. Lo que sí estuvo claro durante la campaña, que finalizó formalmente el pasado jueves, fue el apetito de ambos aspirantes por conquistar ese islote de indecisos con discursos a contracorriente: Scioli prometiendo la continuidad del modelo impulsado por el kirchnerismo y Macri, un cambio con agenda neoliberal que optó por no esclarecer.

En la lucha por la segunda vuelta, el FpV emprendió una campaña cuerpo a cuerpo que se alineó con algunas de las propuestas de Massa y detalló la agenda de desarrollo, y el PRO, por el contrario, maximizó su discurso potable y aparentemente desideologizado, con la orden expresa de esconder al equipo económico para no arriesgar las adhesiones.

Desde el macrismo aseguran que 65% de los votos de Massa respaldarán su fórmula, mientras que el sciolismo confía en la base peronista que lo conforma. En días recientes, el diputado y ex candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el partido de Massa, Felipe Solá, dijo que le sería «muy difícil votar por Macri» y que apostaba a «un peronismo unido», por lo que le daba un espaldarazo al FpV. «No voy a votar en blanco», reiteró.

Los rumores continúan. La prensa internacional aventura un triunfo de Macri, consentido por los grandes medios de comunicación en Argentina, pero detrás del vaticinio, la duda. ¿La razón? Que nada está cantado. Un Scioli que ha optado por mostrar su proyecto le hace ruido a un agazapado candidato de derecha, que incluso el viernes pasado tuvo que salir a desmarcarse de las declaraciones de su propio asesor de imagen. El «cambio» no quiere mostrar sus cartas, pero a los jugadores se les ven los ases bajo la manga.

La defensa de un Estado de justicia social de Scioli, con protección cambiaria, financiamiento sin tutelaje económico e inversión extranjera sin entrega de la soberanía, le hace oposición directa al país de la megadevaluación, el retorno de los fondos buitre y de pacto con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que defiende Macri.

La última palabra, sin embargo, la tendrán quienes transitaron al margen de esas dos propuestas en la primera vuelta. «Ante la experiencia única del ballottage es un enigma si ocurrirá algo similar esta vez o si se mantiene y crece la succión de votantes que consiguió Macri en los últimos meses», escribe hoy Página 12.

A partir de las 7:30 de la mañana, hora local, empezaron a funcionar las mesas electorales. Se estima que 13.500 centros de votación reciban a los sufragantes para esta segunda vuelta, resguardada por más de 96.000 efectivos de las fuerzas armadas. Los primeros resultados, según el director Nacional Electoral de Argentina, Alejandro Trujillo, se empezarán a conocer doce horas más tarde.

El verano le ha dado un día luminoso a la ciudad de Buenos Aires, donde aún quedan vestigios de la campaña electoral más larga que, hasta ahora, hayan vivido los argentinos.

El ganador de los comicios asumirá el poder el próximo 10 de diciembre y recibirá la banda presidencial de manos de la mandataria saliente, Cristina Fernández, quien terminará su segundo mandato con saldo positivo: un país recompuesto del desbarajuste neoliberal que sumió a Argentina en la una severa crisis económica a inicio del siglo XXI. Hoy, destaca el kirchnerismo, hay un país normal.

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