El éxodo que nunca termina - 800Noticias
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EFE

Atraviesan mares en embarcaciones precarias, recorren miles de kilómetros sometidos a un tiempo inclemente, intentan saltar vallas fronterizas, se hacinan en tiendas de campaña lejos de su tierra… Son refugiados, desplazados, migrantes que huyen de la violencia y el hambre para intentar un presente y un futuro mejores.

«Con 68 millones de personas que abandonan sus países y sus hogares, se necesita más asilo, más solidaridad» y, de seguir esta tendencia en sentido contrario hacia un estrechamiento de las normas de asilo «corremos el riesgo de no encontrar soluciones en Europa», dijo hace unos días a Efe en Madrid el responsable de ACNUR, el italiano Filippo Grandi, al cuantificar en cifras ese drama.

Es el éxodo de millones de personas, que este 2018 también se ha repetido en diferentes países, algunos ya en situación acuciante, según subrayan organismos internacionales y ONG.

En Afganistán unas 3,6 millones de personas están al borde de la hambruna, una situación que no es únicamente consecuencia del conflicto armado que sufre el país, sino de la peor sequía que se ha visto en más de una generación.

«No solo estamos ante una situación de pobreza abyecta y de conflicto, sino también frente a una gran sequía», dijo a finales de noviembre el coordinador de la ONU para la asistencia humanitaria a Afganistán, Toby Lanzer.

En Etiopía la violencia étnica ha causado el desplazamiento de 200.000 personas hasta los campos de la Región Somalí (este) desde julio, lo que sitúa el número de desplazados en esta zona en 1,1 millones, según el Consejo Noruego de Refugiados.

En esta región, la más grande en tamaño del país, se calcula que hay unos 700.000 desplazados que han huido de la violencia entre comunidades y etnias, desencadenada sobre todo por conflictos de tierra y de poder. En esos campos no hay suficientes agencias de cooperación y se producen muertes por hambre.

Por lo que respecta a Somalia la violencia en diversas partes de país ha causado el desplazamiento de unas 2,6 millones de personas, muchas de ellas sin acceso a la asistencia humanitaria. En el país hay luchas entre clanes, pero también sequía.

El conflicto en las provincias nororientales de Kivu del Norte e Ituri es una de las razones para que en la República Democrática del Congo no haya acceso a los alimentos, con casi 750.000 desplazados en los primeros ocho meses del año. Pero el receso de las economías locales se encuentra también detrás de esta crisis humanitaria, después de que la producción de alimentos básicos como el maíz, la yuca o el arroz cayera en promedio un 39 % este año.

Mientras tanto, en Sudán del Sur más de seis millones de personas, casi el sesenta por ciento de la población – padecen hambre de forma aguda, según la ONU. En agosto pasado el Gobierno y los grupos rebeldes firmaron un acuerdo de paz para tratar de poner fin al conflicto desatado a finales de 2013, dos años después de la independencia del país, que ha generado desplazamientos de población y pérdida de infraestructuras.

En América Latina la situación es especialmente compleja en el caso de Venezuela donde, según datos de la Organización Internacional de las Migraciones y de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), casi 2,5 millones de personas han dejado su país en los últimos cuatro años.

Y desde octubre varios miles de centroamericanos atraviesan su región y México con la intención de llegar a la frontera con EEUU y ubicarse en este país, ante el rechazo del Gobierno de Donald Trump.

En Irak, debido a la destrucción de las ciudades, 2,9 millones de personas viven a día de hoy en campos de desplazados, según datos de ACNUR.

La misma Agencia de la ONU para los refugiados cifra en unos 723.000 los rohinyás que huyeron de la violencia de Birmania (Myanmar) hace más de un año. Ahora están abocados a un largo exilio en Bangladesh tras la repatriación fallida de hace unas semanas.

«La responsabilidad para crear las condiciones para un retorno voluntario es de Myanmar», insistió en un comunicado la agencia, que agregó que Birmania debería permitir a representantes de los rohinyás visitar y comprobar las condiciones de los lugares donde tienen previsto reubicarlos.

Y en el Mediterráneo este año han perdido la vida más de 1.700 personas intentando llegar a Europa. Unos 150.000 solicitantes de asilo y migrantes han conseguido llegar al continente europeo desde que empezó el año, lo que indica que el nivel actual es similar a los registrados antes de 2014, cuando comenzó la gran crisis de refugiados en Europa.

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