Daniel Ortega pide a Estados Unidos no meterse en la crisis nicaragüense - 800Noticias
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EFE

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, pidió el miércoles a Estados Unidos no meterse en la crisis social y política que vive el país desde el 18 de abril, después de que este miércoles el Consejo de Seguridad de la ONU abordara por primera vez la situación que enfrenta la nación centroamericana.

“¿Qué le decimos a los Estados Unidos? Le decimos que si quieren ayudarle al pueblo nicaragüense, que si quieren contribuir a la paz, lo mejor que pueden hacer es no meterse con Nicaragua, respetar a Nicaragua”, señaló Ortega en un discurso durante un acto partidario celebrado en la Avenida de Bolívar a Chávez, en Managua, tras una caminata donde se concentraron miles de sandinistas.

El mandatario advirtió que las veces que Washington ha intervenido en Nicaragua “desgraciadamente ha provocado más dolor”.

Por tanto, Ortega hizo un llamado al presidente de EE.UU., Donald Trump, así como a los senadores y congresistas estadounidenses a “que si quieren contribuir con la paz de Nicaragua, respeten la patria de Nicaragua, como una nación digna que merece respeto”.

El Consejo de Seguridad de la ONU abordó el miércoles por primera vez la crisis en Nicaragua, con EEUU y sus aliados denunciando las acciones del Gobierno de Ortega y con países como Rusia acusando a Washington de injerencias.

Nicaragua denunció que la celebración de esa reunión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la crisis en su país es una “injerencia” y una “violación” del derecho internacional.

El canciller nicaragüense, Denis Moncada, que intervino en la reunión impulsada por Estados Unidos, defendió que el Consejo de Seguridad “no es competente” para tratar la situación en Nicaragua dado que esta no plantea una amenaza para la paz y la seguridad internacional.

Durante su discurso en Managua, el mandatario también recordó que el 14 de septiembre de 1856 se libró la batalla de San Jacinto en la que fue derrotado el filibustero estadounidense William Walker que pretendía apoderarse de Nicaragua y luego de Centroamérica.

Según Ortega, esa “gigantesca hazaña” fue “la primera gran victoria contra el expansionismo del imperio del norte, del imperio yanqui”.

“No los buscamos nosotros a ellos. No fuimos nosotros los nicaragüenses. No fue Andrés Castro (héroe nacional) el que fue a buscar a los yanquis, fueron los yanquis los que vinieron a tratar de adueñarse de Nicaragua”, apuntó.

Asimismo, recriminó que fueron los mismos políticos nicaragüenses, por disputa de poder, quienes trajeron en ese entonces a los filibusteros estadounidenses, lo que permitió que un ciudadano de ese país, Walker, se convirtiera en presidente de Nicaragua, hasta que fue expulsado por los nicaragüenses.

“Los vendepatrias de ayer, que son los mismos vendepatrias de hoy, ellos los trajeron”, reprochó.

En su discurso, Ortega dijo que “están librando una gran batalla” y explicó que esa es una de las razones por las que han convocado a marchas pacíficas a su favor más seguido.

“Es mejor librar las batallas con marchas, que librarla a balazos. No queremos muertes, no queremos dolor, queremos alegría”, aseguró el gobernante, que abogó por “seguir profundizando el diálogo entre la familia” para lograr “consolidar la paz”.

La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh) ha responsabilizado al Gobierno de “más de 300 muertos”, así como por ejecuciones extrajudiciales, torturas, obstrucción a la atención médica, detenciones arbitrarias, secuestros, violencia sexual, entre otras violaciones a los derechos humanos.

En una entrevista con la Agencia Efe en Managua, el presidente Ortega negó que haya sofocado las protestas con represión, dijo no sentirse responsable de las muertes en las calles durante los últimos meses y culpó a EEUU y al narcotráfico de financiar, apoyar y armar a grupos violentos.

Las manifestaciones contra Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo comenzaron el 18 de abril pasado por unas fallidas reformas de la seguridad social y se convirtieron en una exigencia de renuncia del mandatario, después de once años en el poder, con acusaciones de abuso y corrupción.

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