Crónica | El mal augurio de la devaluación multiplica la inflación en Venezuela - 800Noticias
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EFE

El aumento del precio del dólar es un mal augurio para los venezolanos pues saben que precede a un auge de la inflación -cuyo crecimiento es del 4 % diario-; pero la última devaluación del bolívar este lunes fue del 36,82 %, ha multiplicado el precio de los productos e incrementado el asedio a sus bolsillos.

«Cuidado si no hasta más», asegura José Aguirre al ser preguntado acerca de si ha percibido un aumento del IPC similar al del dólar.

Aguirre espera en fila para poder pasar a una oficina bancaria con el objetivo de retirar los 1.000 bolívares diarios que tiene permitido en su entidad. La cantidad supone unos 0,3 dólares según la tasa oficial que superó este lunes por primera vez en años la tasa paralela de cambio.

Poco importa a Aguirre que en su país exista desde 2003 un férreo control de cambios que reserva al Estado el manejo y adjudicación de las divisas, sino cómo llevar a lo largo de la tarde comida a su casa, donde esperan sus cuatro hijos.

«Voy a llevarle fruta a mis niños, que es lo poco que puedo comprar (…). Me alcanza para un kilo de cambur (plátano) y eso si puedo porque ahora está entre 1.500 y 2.000 bolívares el kilo», dijo.

Todo ello pese a que puede incluirse en lo que en otro lugar se catalogaría como «clase media», ya que, según explica, gana el equivalente a cinco sueldos mínimos, fijado en 18.000 bolívares (unos 5,4 dólares) y que ha terminado por convertirse en unidad de medida oficiosa.

«Y sin embargo no me alcanza. Por lo menos trato de bandear (lidiar) una cosa con la otra», comenta.

Aguirre recuerda que recientemente compró un pan de trigo en 600 bolívares y este martes tuvo que pagar 1.200.

Frente a él, espera en la fila César, de 63 años, un hombre que nunca imaginó que vería así su Venezuela y que también quiere retirar los 1.000 bolívares diarios que puede sacar de su banco y que «no alcanza ni para pagar el pasaje» de autobús, uno de los pocos sitios donde todavía se puede recurrir al papel-moneda.

Por eso, comenta que a su edad debe moverse «un poquito a pie y otro como se pueda».

«Ya lo que gana uno es nada. Se devalúa más el salario y eso no alcanza. Sube el dólar, baja el salario», comenta.

Por eso, muchos venezolanos deben de acudir a las cajas de los los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) que venden alimentos a precios regulados.

Pese a esas filas para retirar dinero, son pocos los sitios donde todavía hoy se puede pagar en efectivo como los autobuses, pues el billete de mayor denominación es de 500 bolívares, si bien es casi imposible ver uno mayor a 200 y hace falta un hato de ellos para poder pagar en el mercado o en las calles.

Es frecuente que todos los comercios tengan un datáfono para pagar con tarjeta: desde restaurantes a quioscos e incluso vendedores informales en las calles cuentan con uno.

El billete es apenas un ornamento que algunos han usado como mimbres para artesanías y decenas de miles de venezolanos, que se cuentan entre los 3 millones que han abandonado el país ante la crisis, los venden en las calles de las ciudades a su paso como souvenir para poder subsistir y seguir camino.

María Brito es una de las mujeres que acudió hoy a los bancos de Caracas para intentar retirar dinero. A la salida comenta a Efe que está «sorprendida» porque, sin entender muy bien cómo, le han cancelado las dos tarjetas que tenía con la entidad.

Según afirma, le han explicado que muchas personas han quedado en en esa situación «y hay que esperar a que vuelvan abrir la capacidad» puesto que le han detallado «que no tenía el monto» suficiente para mantenerlas.

Brito explica que este martes por medio cartón de huevos, es decir, quince unidades, le estaban pidiendo 18.000 bolívares, mientras que el viernes pasado estaba a 8.000 lo que ella, que acepta sin resignación el discurso del gobernante Nicolás Maduro, achaca a «una guerra económica» imprecisa que cree que le están haciendo a Venezuela.

Entre tanto, Aguirre y sus millones de compatriotas emprenden su regreso a casa con el objetivo -casi quimérico- de llevar comida a su casa.

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